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Author Topic: Las reglas monásticas en la península ibérica  (Read 3870 times)

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Las reglas monásticas en la península ibérica
« on: June 10, 2017, 01:07:58 AM »
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  • En España, a diferencia del resto de Europa, la entrada de la regla de San Benito va a ser un proceso tardío. Durante la época visigoda, la españa árabe y la alta reconquista, era común a una comunidad monástica «reglar» su vida usando un conjunto de reglas contenidas generalmente en códices regularum,(1) colecciones con las reglas y tratados ascéticos de los monjes de Egipto: Pacomio, Macario, Basilio; las reglas de San Agustín, San Jerónimo, Casiano etc. Muchos obispos españoles comenzaron a sentir la necesidad de adaptar estas reglas a la realidad y necesidades de la península y comenzaron a escribir también reglas y escritos que se fueron añadiendo a estos códices. La primera y más antigua que se tenga noticia es la compuesta antes del 590 el obispo de Gerona, Juan de Biclaro, desgraciadamente hoy perdida.(2) Hacia el 600 San Leandro de Sevilla escribe su De institutione virginum et contemptu mundo, conocida como regla de San Leandro, obra escrita por el santo a instancias de su hermana Florentina y su comunidad de vírgenes. El hermano menor de San Leandro, San Isidoro, escribe también entre el 615 y el 624 su Regula monachorum. Isidoro intenta mitigar la dureza de las reglas orientales y escribe en lenguaje sencillo y llano. Ofrece un modo concreto de organizar el oficio divino, la admisión de novicios, la abolición de las clases sociales en la comunidad, el trabajo manual y el castigo de los trasgresores de la regla. En Galicia van a surgir otras reglas con adaptaciones hispanas de los textos de Agustín, Jerónimo, etc., pero la más importante es la Regula monachorum de Fructuoso de Braga escrita entre el 630 y el 635. Esta regla junto con una segunda recensión llamada la Regula communis compuesta entre el 665-680, reflejan la situación de la vida monástica galaico-portuguesa, con los peligros latentes de comunidades heterodoxas, monasterios familiares y presbiterales, los antagonismos entre el episcopado que vivía bajo alguna regla y el episcopado secular, las admisiones en la vida monástica de familias enteras, de ancianos y de fugitvos de la justicia, la cercanía sospechosa de monasterios masculinos y femeninos, etc. Al final traen el famoso pactum, una profesión monástica que tiene la forma de un contrato casi-feudal entre el abad y sus monjes.(3) Las reglas monásticas ibéricas van a trascender su origen geográfico e influyeron en la reforma monástica carolingea. En efecto, San Benito de Aniano incorpora las reglas de San Isidoro y San Fructuoso a su Codex regularum. En España la regla de San Benito comienza a abrirse paso recién a fines del siglo IX. Tan tarde como 1055, el Concilio de Coyanza permitía a los monasterios elegir entre las reglas de San Isidoro y San Benito. A fines del siglo X va a aparecer la última de las reglas hispánicas. Se trata del Libellus regularis, regla de monjas compuesta en la Rioja por el abad Salvo de Albelda (951-962). Consiste de extractos de la regla de San Benito, la Explanatio de Esmargardo, el oficio litúrgico hispanico y la profesión en forma pactual.

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #1 on: June 12, 2017, 04:32:32 AM »
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  • Los Pactos monásticos ibéricos(4)

    La formula de profesión de votos religiosos en la españa visigoda va a ser conocida con los términos pactum, placitum o pctio. Estos asumen una forma individual o colectiva. Para encontrar las raíces y el origen de esta peculiar forma de expresar los votos religiosos, debemos remontarnos al derecho germánico. En efecto, tanto por la fraseología como por el carácter jurídico, el pacto refleja el juramento de fidelidad que hacían los reyes godos recién elegidos. Se trata de una fórmula contractual, de carácter casi feudal, pero con una veta notablemente --salvando el anacronismo-- democrática. Los monjes expresan una sumisión al abad que eligen pero sujetando los poderes de éste al recto cuмplimiento de su oficio. Los pactos monásticos van a desaparecer definitivamente con el triunfo del benedictismo bajo el rey Fernando I (1035-1065). Trascribimos a continuación el pacto de la Regla de San Fructuoso de Braga.



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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #2 on: June 17, 2017, 01:43:50 AM »
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  • El Pacto de la Regla communis atribuida a San Fructuoso (5)
     
    «EN EL NOMBRE DEL SEÑOR EMPIEZA EL PACTO
    En el nombre de la santa Trinidad, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo, lo que creemos en nuestro corazón lo confesamos también de palabra; creemos en el Padre, no engendrado; en el Hijo, engendrado; en el Espíritu Santo, que procede de ambos que sólo el Hijo tomó carne de una virgen y bajó al mundo por la salvación de todos los que creen en El, y que nunca se separó del padre y del Espíritu Santo. Porque El dijo: Yo y el Padre somos una sola cosa (Jn 10,30); y: El que me tiene , tiene también al Padre, y el que me ve, ve también al Padre (Jn 14,9); y asimismo dijo: El cielo es mi trono, y la tierra escabel de mis pies (Is 66,1 Hch 7,49). En el cielo, los ángeles adoran a toda la Trinidad, y en la tierra, el Señor predica a los hombres con estas palabras; Id, vended todo lo que poseéis y dadlo a los pobres; y venid, seguidme (Lc 12,33; Mt 19,21); y en otro lugar; Si alguien quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo y levante su cruz y sígame (Mt 16,24; Lc 9,23); y en otro lugar: Quien estimare al padre o a la madre, a la mujer, a los hijos, o a todos los que pasan con el mundo, más que a mí, no es digno de mí (Mt 10,27; Lc 14,25); y en otro pasaje; Quien no aborrece a su vida por mi causa, no es digno de mí; y: Quien perdiere la vida por mí, la encontrará en la vida eterna (Jn 12,25; Mt 10, 39; Lc 9,24).

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #3 on: June 19, 2017, 12:15:32 AM »
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  • El Pacto de la Regla communis atribuida a San Fructuoso (5)
     
    «EN EL NOMBRE DEL SEÑOR EMPIEZA EL PACTO
    En el nombre de la santa Trinidad, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo, lo que creemos en nuestro corazón lo confesamos también de palabra; creemos en el Padre, no engendrado; en el Hijo, engendrado; en el Espíritu Santo, que procede de ambos que sólo el Hijo tomó carne de una virgen y bajó al mundo por la salvación de todos los que creen en El, y que nunca se separó del padre y del Espíritu Santo. Porque El dijo: Yo y el Padre somos una sola cosa (Jn 10,30); y: El que me tiene , tiene también al Padre, y el que me ve, ve también al Padre (Jn 14,9); y asimismo dijo: El cielo es mi trono, y la tierra escabel de mis pies (Is 66,1 Hch 7,49). En el cielo, los ángeles adoran a toda la Trinidad, y en la tierra, el Señor predica a los hombres con estas palabras; Id, vended todo lo que poseéis y dadlo a los pobres; y venid, seguidme (Lc 12,33; Mt 19,21); y en otro lugar; Si alguien quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo y levante su cruz y sígame (Mt 16,24; Lc 9,23); y en otro lugar: Quien estimare al padre o a la madre, a la mujer, a los hijos, o a todos los que pasan con el mundo, más que a mí, no es digno de mí (Mt 10,27; Lc 14,25); y en otro pasaje; Quien no aborrece a su vida por mi causa, no es digno de mí; y: Quien perdiere la vida por mí, la encontrará en la vida eterna (Jn 12,25; Mt 10, 39; Lc 9,24).
     
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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #4 on: June 23, 2017, 05:18:56 AM »
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  • Por eso, es mejor, mucho mejor, hollar el mundo, obedecer a Cristo, cuмplir el Evangelio, poseer la vida bienaventurada con los santos ángeles para siempre por todos los siglos. Por eso, encendidos en el fuego divino, he aquí que todos los que hemos de subscribir abajo entregamos nuestras almas a Dios y a ti, señor y padre nuestro, para que, según la enseñanza y norma de los apóstoles y tal como sancionó la autoridad de los padres precedentes, habitemos en el mismo monasterio, siguiendo los pasos de Cristo y tus lecciones. Y todo lo que quisieres anunciar, enseñar, impulsar, increpar, mandar, excomulgar según la regla o enmendar para la salud de nuestras almas, con corazón humilde, sin ninguna arrogancia, con toda adhesión y ardiente deseo, con la ayuda de la gracia divina, sin excusa y con el favor del Señor, todo lo cuмpliremos.
     
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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #5 on: June 28, 2017, 02:37:05 AM »
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  • Si con todo, alguno de nosotros protestando contra la regla y tu mandato, resultare contumaz, desobediente o calumniador, entonces tendremos potestad de reunirnos todos en asamblea y después de leer ante todos la regla, probar oficialmente la culpa; y cada uno y todos, convicto de su responsabilidad, aceptará los azotes o excomunión en proporción a la consideración de la culpa. Asimismo, si alguno de nosotros, a una con sus padres, hermanos, hijos, parientes y afines, o al menos con un monje cohabitante, tramare un designio contra la regla ocultamente, estando tú, sobredicho padre nuestro, ausente, deberás tener potestad contra todo el que atentare tal delito de que durante seis meses, vestido de una capa raída o de cilicio, desceñido y descalzo, a sólo pan y agua, practique en una celda obscura excomulgado cualquier trabajo. Si con todo, alguno no quisiere cuмplir ese castigo con dócil voluntad, recibirá, tendido y desnudo, setenta y dos azotes; y después de dejar el hábito del monasterio, vistiendo el vestido roto de que se despojó al ingresar, será expulsado del monasterio con manifiesta verguenza. Y decimos esto tanto de los varones como de las mujeres.

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #6 on: July 01, 2017, 02:25:55 AM »
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  • Prometemos también a Dios y a ti, nuestro padre, que, si alguno pretendiere pasar a habitar otros parajes sin la bendición de los monjes y sin tu orden, por vicio, tengas autoridad de contrarrestar la temeraria voluntad de quien intentare tal cosa y reducirlo a la pena de la regla una vez apresado por los guardias de los jueces; y si alguno pretendiere defenderlo, fuere obispo o de un orden inferior, o lego, y tratare de retenerlo en su casa después de escuchar tu advertencia, quedará en comunicación con el diablo y en participación con Judas Iscariote en el infierno; y en el siglo presente quedará excomulgado de toda reunión de cristianos y no recibirá el viático ni al fin de la vida quien así obrare.

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #7 on: July 04, 2017, 04:54:18 AM »
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  • Por nuestra parte, te representamos a ti señor nuestro que si pretendieras lo que al menos no puede creerse y lo que Dios no permita que suceda, tratar a alguno de nosotros injustamente, o con soberbia, o con ira, o tener predilección por uno y despreciar a otro con odio, a uno mandar con imperio y a otro adular, como hace el vulgo, entonces tengamos también nosotros potestad, concedida por Dios, de presentar queja sin soberbia ni ira a nuestro prepósito por cada decanía, y el prepósito de besarte humildemente los pies a ti, señor nuestro, y manifestar en cada caso nuestra queja, y tú deberás escuchar pacientemente, y humillar la cerviz en la regla común, y corregirte y enmendarte; y si en manera alguna quisieres corregirte, en ese caso tengamos también nosotros potestad de excitar a los demás monasterios, o por lo menos de convocar a nuestra conferencia al obispo que vive bajo regla, o al conde católico defensor de la Iglesia, para que en su presencia te corrijas y cuмplas la regla aceptada, y nosotros seamos discípulos sujetos o hijos adoptivos humildes, obedientes, en todo lo que se debe, y tú, en fin, nos ofrezcas puros a Cristo sin mancha. Amen.

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #8 on: July 08, 2017, 01:02:30 AM »
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  • El monacato español hasta el triunfo definitivo del benedictinismo bajo Fernando I (1035-1065) presenta unos rasgos específicos que le confieren definida personalidad dentro de la historia monástica occidental.
    Las peculiaridades que lo singularizan provienen de la existencia de una vigorosa tradición anterior a la invasión musulmana ya la Reconquista. Se configura en la España visigótica a través de sus fenómenos ascéticos, los Padres de su Iglesia y sus reglas.
    La originalidad de esta tradición se ha intentado explicar a partir de un fuerte espíritu nacionalista y de tradiciones primitivas, consecuencia, a su vez, de la tentativa de la monarquía visigoda de implantar un estado sobre la base jurídica y administrativa del Derecho Romano, pero con indudables influencias germánicas. Y es probable que en su propia originalidad resida su auge, pues la época de dominación goda -opina Pérez de Urbel- es un tiempo de benéfica hegemonía, durante la cual aparecen grandes figuras, se crean nuevas formas de vida monástica y el monacato adquiere un desarrollo en extensión y profundidad, un esplendor tal que no volverá a tenerlos en adelante.
    Los orígenes del monacato español son oscuros. debido a la escasez y parquedad de fuentes ya la propia controversia historiográfica en torno a las mismas; problemas estos que difícilmente llegarán a producir confirmaciones definitivas.

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #9 on: July 13, 2017, 02:37:03 AM »
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  • REGLAS MONÁSTICAS DE LA ESPAÑA VISIGODA.
    INTRODUCCIÓN GENERAL (1)

    El espíritu y fundamento del monacato procede en esencia del mismo Jesucristo y su Evangelio. Su práctica en la Iglesia aparece bien claramente en los Hechos de los Apóstoles (4,32-37). Con todo, su organización comunitaria y cenobítica inicia su desarrollo y cobra vigor en la primera mitad del siglo IV, creando un grupo social diferenciado y aparte con respecto al resto de los cristianos.
    No es una nueva doctrina, ni una mentalidad transmutada ni una metánoia, frente a los principios y vida cristianos. Es más bien la fermentación hervorosa de la levadura encerrada en el seno de la Iglesia por su divino Fundador. A favor de las circunstancias que siguieron al edicto constantiniano de Milán, propicias unas, adversas otras para la práctica de la vida cristiana y de perfección evangélica, adquiere el ascetismo un aire y conciencia de vida organizada en común, con leyes y métodos propios, que se sentían extraños y sin ambiente propicio en medio de la sociedad, medio pagana, medio cristiana, contemporánea. Cabe, por tanto, considerar en la vida monástica, en sus orígenes cenobíticos, un aspecto positivo y otro negativo. El monje aspira a realizar plenamente las renuncias del bautismo y lograr el amor a Cristo por la consagración total de su vida a ese ideal. Indirectamente, su forma de vivir y su apartamiento eran una protesta o negación del espíritu depravado del mundo, del saeculum, y de las desviaciones o depravaciones que la masa de paganos y malos cristianos introducían en la vida de la Iglesia.
    El monacato y su vida ascética fue una heroicidad y una purificación del espíritu, resultando una auténtica conuersio y una conuersatio, conceptos y términos que quedarían consagrados en la legislación monacal. Se repite el fenómeno histórico-cultural: así como el texto sagrado de la Biblia se transmitió a los pueblos de Occidente por las versiones latinas del griego, de modo paralelo los primeros textos de los monumentos monásticos llegan a los monjes occidentales por las versiones latinas de las reglas griegas o cópticas de Oriente y de Egipto. En la Hispania de los siglos VI y VII, con el vigor de la fe de los visigodos, recién catolizados por un obispo-monje, adquiere un impulso extraordinario la vida monástica, que ya venía desarrollándose y practicándose dos siglos antes. Ese brío y pujanza del monacato deja huella bien marcada en las reglas o textos legislativos de monjes, que definen sus principios ascéticos y ordenan su forma de vida. Las de época visigótica son las primeras hispanas originales que se conservan: la De instituione uirginum et contemptu mundi, de San Leandro Hispalense; la Regula monachorum, de San Isidoro de Sevilla; la Regula monachorum, de San Fructuoso; la Regula communis. Como textos monásticos pueden también considerarse la epístola De districtione monachorum ad Petrum Papam, de Eutropio de Valencia, y De monachis perfectis, de San Valerio del Bierzo.
    La regulación de los monasterios hispanos anteriores a estas reglas concretas y nuevas se hizo por las reglas de Pacomio, Casiano, San Agustín, San Benito de Nursia, a juzgar por los códices misceláneos o compilaciones de reglas, como el de El Escorial a I, 132, que corrían por la Península. Las palabras con que empieza la Regula Isidori parecen insinuarlo: «Plura sunt praecepta uel instituta maiorum quae a sanctis Patribus sparsim prolata reperiuntur». Luego, en su aplicación y detalles eran ajustadas por concilios y obispos con normas particulares, como el Toledano I, el de Tarragona de 516, el de Lérida de 546. Recuérdese asimismo a obispo Juan de Tarragona, que presidió aquel concilio citado; a Justiniano de Valencia, que constituyó un cenobio de vírgenes3. El mismo San Leandro y San Isidoro escriben sus reglas siendo obispos. En las reglas de los Padres antiguos apoyaban su gobierno y reglamentación San Millán, en Distercio y la Cogolla; San Martín Dumiense, que las completa con sus Sentencias de los Padres del desierto; San Victoriano, en San Martín de Asán4. Y en las antiguas se inspiraría y basaría la regla de Juan de Bíclaro, que no conocemos.
    Lo cierto y positivo es que hasta Leandro no encontramos textos de reglas monásticas propiamente dichas, pues las Sentencias de San Martín de Braga es una traducción del griego de leyendas de espíritu y contenido monástico, pero no una regla. Por otra parte, son bien pocos los textos regulares hispano-visigóticos que conocemos. Este hecho parece indicar que, o la isidoriana, y la fructuosiana sobre todo, se extendieron copiosamente por la Península -la de Fructuoso tiene más copiosa transmisión manuscrita-, o que pronto las fue suplantando la Regula Benedicti por los monasterios hispanos desde el siglo VII5.
    Estos son los testigos de las reglas visigóticas que vamos a transcribir y traducir para muestra del espíritu monástico de sus autores y de la expansión que había adquirido el monacato en el siglo VII en la España visigoda. Sus valores históricos y espirituales bien merecen ponerse de realce en esta edición de sus textos, que hacemos a base de una crítica textual depurada y de revisión y colación de sus códices, como se irá viendo en la introducción a cada una de ellas.
    Por otra parte, las traducciones españolas que acompañan a los textos son originales, habiendo procurado con gran esmero que fueran fieles, correctas y fluidas dentro del estilo de nuestra lengua. Fuera de la de San Leandro, las demás son las primeras que se publican en español. Dios haga que, puestas al alcance de los espíritus cultivados, dejen caer semillas de ascesis y amor de Dios en el ánimo de los lectores de buena voluntad6.

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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #10 on: July 20, 2017, 02:31:03 AM »
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  • REGLA DE SAN LEANDRO1
    LEANDRO, EN CRISTO DIOS, POR SU MISERICORDIA, OBISPO, 
    SALUDA A SU HIJA EN 
    CRISTO Y HERMANA FLORENTINA

    [INTRODUCCIÓN]



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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #11 on: July 27, 2017, 02:11:18 AM »
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  • Al preguntarme con insistencia a mí mismo, queridísima hermana Florentina, qué caudal de riquezas podría dejarte en herencia como lote del patrimonio, acudían a mi imaginación multitud de bienes falaces. Pero después de espantarlos como molestas moscas con el meneo de la reflexión, me decía para mis adentros: «El oro y la plata proceden de la tierra, y a la tierra vuelven; la hacienda y las rentas patrimoniales son de poco valor, son caducas, pues pasa la apariencia de este mundo» 2. Nada, por consiguiente, de lo que he contemplado bajo el sol lo he creído digno de ti, hermana mía; convencido estoy de que nada de ello puede caer en gracia a tu profesión. He visto que todo ha de ser mudable, caduco y vacío; por eso he comprendido qué verdad son las palabras de Salomón: Voy a ensalzar mis empresas: me edifiqué casas y planté viñas, me formé jardines y vergeles, y puse en ellos toda clase de árboles. Me construí estanques de agua para regar el plantío de los tiernos árboles. Tuve a mi disposición esclavos y esclavas y numerosa servidumbre. Asimismo, rebaños de bueyes, corderos y ovejas, como también de cabras, en mayor cantidad que todos cuantos existieron antes de mí en Jerusalén. Amontoné oro, y plata, y riquezas de reyes y regiones; me organicé cantores y cantoras y diversiones de los hombres; copas y vasijas para el servicio de los vinos. Y sobrepujé en riquezas a todos los que existieron en Jerusalén 3.
    En resumen, que toda esta pompa humana la expuso en tales términos, que concluyó: Después de volver la mirada a todas las obras de mis manos y a los trabajos en que inútilmente me había afanado, vi en todo vanidad y un azotar el aire y que nada hay estable bajo el sol 4. Y en otro pasaje continúa el mismo: He aborrecido solemnemente a toda mi actividad, en que me empleé tan afanosamente en este mundo, pues he de tener un heredero, que ignoro si será avisado o necio. Él poseerá el fruto de mis trabajos, que tantos sudores y afanes me costaron. Y ¿puede haber algo tan huero como esto? Por eso he dado de mano a todo esto y decidido en mi intención no afanarme más en este mundo 5.
    Por mi parte, pues, ilustrado con estas palabras del oráculo, no me creería un verdadero padre para ti si te entregara tales riquezas carentes de toda consistencia, que, pudiendo ser arrebatadas por los vaivenes del mundo, podrían dejarte pobre y desamparada. Además, cargaría sobre ti un cúmulo de ruinas y te expondría a un continuo temor si pensara en reservarte, en razón de tu legítima fraternidad para conmigo, tesoros que los ladrones podían robar, roer la polilla, devorar el orín, consumir el fuego, tragárselos la tierra, destruir el agua, abrasar el sol, pudrir la lluvia, congelar el hielo. Y, en efecto, no cabe duda que, enredado el espíritu en estos negocios humanos, se va apartando de Dios y acaba por alejarse de la norma inconmovible y permanente de la verdad. Ni es capaz tampoco de dar cabida en sí mismo a la dulcedumbre del Verbo de Dios y a la suavidad del Espíritu Santo el corazón que se ve agitado con tantos obstáculos mundanos y acribillado con tantas espinas de inquietudes temporales.


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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #12 on: July 31, 2017, 03:37:09 AM »
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  • Si, pues, te ligare con tales lazos, si te echare encima tales cargas y te oprimiere con el peso de preocupaciones terrenas, deberías considerarme no como padre, sino como enemigo; habrías de pensar que era un asesino, no un hermano. Por eso, queridísima hermana, en vista de que todo cuanto se encierra bajo la bóveda del cielo se apoya sobre cimientos de tierra y va rodando sobre su haz, nada he encontrado digno de constituir tu tesoro. Allá en lo alto de los cielos hay que buscarlo, de modo que topes con el patrimonio de la virginidad allí donde aprendiste su profesión. El valor, pues, de la integridad se echa de ver en su recompensa, apreciándose su mérito por la retribución que recibe; pues cuanto más despreciable sería considerada si se enriqueciera con bienes transitorios y terrenos, tanto más bella y excelente es la virginidad, que después de pisar y repudiar los placeres del mundo, conservando en la tierra la entereza de los ángeles, se granjeó la herencia del Señor de los ángeles. ¿Cuál es entonces la herencia de la virginidad ¿No ves cómo la canta en los Salmos David, el salmista: El Señor es mi herencia 5*; y en otro lugar: Mi lote es el Señor? 6.
    Mira, mi querida hermana, mira cuánto has ganado. Atiende y considera qué altura tan sublime has logrado hasta haber encontrado la merced de tantos beneficios en el único y solo Cristo. El es verdadero esposo, es un hermano, es un amigo; es tu herencia, es tu premio; es tu Dios y Señor. En él tienes al esposo a quien debes amar: El más hermoso por su figura entre los humanos 7. Es verdadero hermano, a quien siempre has de poseer, pues tú eres hija por adopción de quien Él es hijo por naturaleza. Es amigo de quien no puedes desconfiar, pues Él dice: Una sola es mi amada 8. En Él tienes la herencia que anhelas, pues Él es tu lote patrimonial. Tienes en Él el precio que debes aceptar, porque su sangre es tu redención. Tienes, en fin, en Él a Dios, a quien debes rogar; al Señor, a quien has de temer y venerar. La virginidad reclama para sí en Cristo toda esta prerrogativa; ante quien tiemblan los ángeles, a quien sirven las potestades, a quien obedecen las virtudes, ante quien doblan l rodilla el cielo y la tierra, a éste reclama la virgen como a su esposo, a la cámara nupcial de éste se dirige ataviada de virtudes, a este tálamo prodiga el calor de su casto corazón. Y ¿qué más pudo procurarle Cristo a quien se entregó Él como esposo, y a quien retribuyó, a título de dote y regalo, con su propia sangre?
    Suelen, efectivamente, los que toman mujer asignar una dote, ofrecer regalos y, a cuenta de perder la integridad, entregar su patrimonio, de modo que más parece que han comprado que tomado esposa. Tu esposo, ¡oh virgen!, te entregó como dote su propia sangre; con ella te redimió, con ella te unió a sí, de modo que sin perder la entereza, poseas la recompensa. Cuanto más espléndida es la merced de la dote, tanto más sin medida es el amor. Mucho, por tanto, ama a quien ha desposado con su propia sangre, y, por lo mismo, dejó que abrieran su cuerpo a golpes de heridas y con la punta de la lanza para pagar tu integridad y consagrar tu castidad. Curó, en efecto, al hombre con remedios contrarios; es decir, que así como su muerte es vida para nosotros y su abatimiento es medicina de nuestra soberbia, también con sus heridas pagó por nuestra integridad. Y por esto prefirió ser herido, para no consentir que fuéramos aplastados bajo el martillo de toda la tierra: Habéis sido comprados a gran precio, dice el Apóstol; no os hagáis esclavos de los hombres 9. ¿Por qué tratas, ¡oh virgen!, de entregar a un hombre tu cuerpo, que ya antes ha sido rescatado por Cristo? Uno te rescató, y ¿deseas desposarte con otro? Sirves a uno por el precio de la libertad, y ¿te condenas con una esclavitud voluntaria? Aunque se te diese en dote el mundo, ¿qué más valioso que la sangre de Cristo, por la que fue rescatado el mundo? Pon en la balanza el pago y el precio, para que veas que vale más quien te redimió que lo redimido. ¡Qué torcidamente, por tanto, lo entiende la virgen que, despreciando al comprador, va tras el precio y, posponiendo la sangre de Cristo, se abraza al mundo que fue rescatado!


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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #13 on: August 12, 2017, 01:33:58 AM »
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  • No soy capaz, hermana amantísima, de exponer con mis palabras los privilegios de la virginidad. Es, en efecto, don inefable, oculto a las miradas, cerrado a los oídos, infranqueable al entendimiento. Pues lo que todos los fieles esperan ser y después de la resurrección aguarda toda la Iglesia, ya lo sois vosotras: Este ser corruptible se revestirá de incorruptibilidad 10, dice el Apóstol. Pero en realidad esto sucederá después de la resurrección del cuerpo. He aquí que vosotras participáis ya de la gloria de la incorrupción. Poseéis ya en la presente vida esta herencia de gloria. ¡Qué felicidad, pues tan grande os está reservada en el futuro! ¡Qué corona os aguarda en la eternidad! ¡Cómo poseéis ya aquí el privilegio de la incorruptibilidad que muchos suspiran por alcanzar! ¡Qué gozo, por tanto, es para mí que te conserves tal cual fuiste formada por las manos de Dios! Ciertamente creó en integridad a la que destinó para la integridad y la preparó para los privilegios de la integridad. La malicia de los hombres es la que corrompe la naturaleza, que Dios creó entera. Este fue el primer pecado de la humanidad, ésta la causa de la condenación original: que los primeros padres no quisieron permanecer como habían sido creados, por lo cual merecieron ser condenados en sus personas y en su descendencia. Reedificad en vosotras, ¡oh vírgenes!, con el freno de la castidad lo que perdieron en el paraíso los primeros hombres. Vosotras, pues, habéis conservado la condición primera del hombre, ya que permanecéis tales como ellos fueron creados. Pero guardaos de sus ejemplos. ¡Ay, qué dolor, amadísima hermana! Huye el ejemplo de los primeros padres; huye horrorizada los silbidos de la antigua serpiente, no vaya a producirte espinas y zarzas la tierra viciada, y la que, en razón de esta joya de la virginidad, debe producir lirios y rosas, críe ortigas y paja; ésta para quemarnos, aquéllas para herirnos.
    Vosotras sois, pues, las primicias ofrendadas del cuerpo de la Iglesia, vosotras sois la oblación grata a Dios y consagrada en el altar sagrado, sacada de toda la masa del cuerpo de Cristo. Pues, gracias a vuestra profesión y a su fe, toda la Iglesia ha obtenido el título de virgen, ya que vosotras sois la parte mejor y más preciosa por haber consagrado la integridad de vuestro cuerpo y alma a Cristo. Y, si bien la Iglesia permanece virgen en todos sus miembros en general por la fe, sin embargo, no sin razón es virgen, aun en el cuerpo, en una parte de sus miembros que sois vosotras, conforme a la figura de dicción en virtud de la cual el todo se designa por la parte o la parte por el todo.
    Medita como paloma, purísima virgen, y reconsidera qué gloria te espera en el futuro, tú, que no condescendiste con la carne y sangre ni sometiste tu purísimo cuerpo a la corrupción. Muévete, pues, a pensar, comprende de antemano cómo desea Cristo estrecharte entre sus brazos a ti que hollaste los halagos del mundo. ¡Con qué ansias te está esperando el coro de vírgenes, cómo te contempla cuando subes apresurada a las alturas del cielo por los mismos pasos por los que esa cohorte de vírgenes llegó hasta Cristo! Se inunda de gozo a la par María, madre del Señor, cima y modelo de la virginidad, madre de incorrupción, que os engendró con su ejemplo sin perder su integridad, os alumbró con su enseñanza y no conoció el dolor. Concibió al Esposo, y es virgen. Todos los días da a luz nuevas esposas, y es virgen. Dichoso el vientre que pudo engendrar sin perder su integridad. Bienaventurada la fecundidad que con su alumbramiento pobló el mundo, adquirió en herencia los cielos sin despojarse del velo de la virginidad. Ha de arder tu corazón, hermana mía, con el fuego que Cristo envió a la tierra. Inflámete la llama de su fuego y dirige la mirada de tu espíritu a los coros de vírgenes que siguen a María; entra y júntate a la compañía de estos coros con tus deseos. Corre hacia allá, apresúrate a llegar; allí está reservada la corona de justicia con que te recompensará en aquel día el Señor, como justo juez 11.


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    Re: Las reglas monásticas en la península ibérica
    « Reply #14 on: August 23, 2017, 02:05:44 AM »
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  • Medita como paloma, purísima virgen, y reconsidera qué gloria te espera en el futuro, tú, que no condescendiste con la carne y sangre ni sometiste tu purísimo cuerpo a la corrupción. Muévete, pues, a pensar, comprende de antemano cómo desea Cristo estrecharte entre sus brazos a ti que hollaste los halagos del mundo. ¡Con qué ansias te está esperando el coro de vírgenes, cómo te contempla cuando subes apresurada a las alturas del cielo por los mismos pasos por los que esa cohorte de vírgenes llegó hasta Cristo! Se inunda de gozo a la par María, madre del Señor, cima y modelo de la virginidad, madre de incorrupción, que os engendró con su ejemplo sin perder su integridad, os alumbró con su enseñanza y no conoció el dolor. Concibió al Esposo, y es virgen. Todos los días da a luz nuevas esposas, y es virgen. Dichoso el vientre que pudo engendrar sin perder su integridad. Bienaventurada la fecundidad que con su alumbramiento pobló el mundo, adquirió en herencia los cielos sin despojarse del velo de la virginidad. Ha de arder tu corazón, hermana mía, con el fuego que Cristo envió a la tierra. Inflámete la llama de su fuego y dirige la mirada de tu espíritu a los coros de vírgenes que siguen a María; entra y júntate a la compañía de estos coros con tus deseos. Corre hacia allá, apresúrate a llegar; allí está reservada la corona de justicia con que te recompensará en aquel día el Señor, como justo juez 11.
    Advierte que tu hermano no desea más que tu progreso, que anhela ansiosamente que tú vivas con Cristo; porque aunque no tengo en mí lo que deseo perfeccionar en ti y me lamente de haber perdido lo que deseo que tú poseas, será sin embargo, para mí una parte de mi remisión si tú, que eres la mejor parte de mi sangre, no pusieres los pies en los senderos del pecado 12, si conservas con firmeza lo que ya tienes. ¡Ay de mí si otro recibiera tu corona; tú, mi defensa ante Cristo; tú, carísima, mi garantía; tú, mi víctima sagrada, por la cual no dudo que expiaré el aluvión del pecado! Si tú eres grata a Dios, si tú te desposares en casto connubio con Cristo, si tú te abrazares a Cristo por el fragantísimo aroma de la virginidad, ciertamente, acordándote de tu hermano pecador, obtendrás el perdón que solicitares para las culpas del hermano. No va a contrariarte quien te unió a su alianza. Su siniestra, en la que reside la riqueza y la gloria, está bajo tu cabeza 13, y su diestra, en la que se encierra la longevidad de la vida, te abrazará 14. Cuando te goces entre los abrazos de tal esposo, si pides la salvación de mi alma, la lograrás. Tu amor a Cristo será mi gracia de perdón, y tendré alguna esperanza de remisión, por pequeña que sea, si la hermana a quien tanto amo pasare a las nupcias con Cristo. Y en aquel terrible y tremendo juicio donde se hará examen de obras y palabras y de obligaciones de cargo, donde, ¡ay de mí!, he de verme forzado a rendir cuenta de mis servicios, tú serás mi apoyo, tú mi alivio; y el castigo que acaso se me aplique por tus descuidos, será mitigado gracias a tu castidad, alejando, sin duda por tu intercesión, el reato de mis obras. Y, si vivieres unida a Él y le dieres gusto, no me sentiré agobiado por el peso de mis infidelidades; en cuanto condesciende contigo, a mí me perdona; ni permitirá que perezca el hermano de aquella con quien se desposó. Por tu valimiento quizá se me condonará la deuda que contraje. En tanto que a ti te entrega su afecto, no me castiga por mi delito. Compadécete, hermana mía, no solamente de ti, sino de mí, aunque indigno, para que, en razón de aquello mismo que es causa de tu gloria, se me conceda a mí por lo menos el perdón de mis culpas. Con la ayuda del gran número de vírgenes que tendrás en tu compañía lograrás para mí sin dificultad lo que pidieres. Aún más, la misma Madre y cabeza de las vírgenes, María, intercederá ante su Hijo por tus merecimientos, y por no afligirte, cuando ruegues con tanta perseverancia por mí, me levantará en mis posibles caídas y me consolará cuando me halle abatido por mi conciencia culpable. No se vea fallida mi esperanza en el Señor por tu intercesión, ya que, merced a mis exhortaciones, a mi ayuda, cierto que por don de Dios, pero por mis servicios, tienes ahora esta profesión. Tu integridad, por tanto, que será causa de tu corona, ha de ser para mí motivo de misericordia.
    Ruégote apartes tus ojos de las falsas apariencias de este mundo. Haz blanco de tu espíritu allí donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, pues todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne y concupiscencia de los ojos 15Busca los tesoros de arriba 16. Donde está tu vida, allí deben estar tus aspiraciones; donde está tu esposo, allí deberá estar también tu tesoro. En manera alguna te dejes arrastrar por los placeres del mundo, ni hermosees tu cuerpo con brillantes adornos. El cuerpo adornado excita, a no tardar, la liviandad de otros y atrae hacia sí las miradas de los jóvenes la que se engalana y se presenta enjoyada. Tratar de gustar a la mirada ajena es pasión meretriz, y, si te comportas de modo que halagues los ojos concupiscentes, haces injuria al esposo celestial. te ruego examines las diferencias entre la mujer casada y la doncella; considera las aspiraciones de una y otra; piensa luego el camino que sigue cada cual.